Como todo pueblo con raíces profundas, Baní ha sido cuna de historias que han pasado de generación en generación, alimentando la imaginación colectiva y dando forma a un folclore que aún vive en sus calles. A través del tiempo, los banilejos han contado relatos que mezclan lo real con lo fantástico, construyendo un universo de mitos y leyendas urbanas que reflejan los miedos, valores y esperanzas de su gente.
En una loma cercana a la comunidad de Matanzas se dice que existe una cueva en la que aparece, de vez en cuando, un misterioso fraile sin cabeza. Según la leyenda, se trata de un monje castigado por haber traicionado un juramento sagrado siglos atrás. Muchos afirman haber sentido una presencia o escuchar cánticos en latín al acercarse al lugar, sobre todo al caer la noche.
Uno de los relatos más antiguos de la zona habla de una mujer vestida de blanco que aparece cerca del río Baní durante las madrugadas. Algunos la describen como un alma en pena que busca a su hijo ahogado en el río; otros aseguran que su aparición es señal de que alguien cercano morirá pronto. Aunque nadie ha logrado captar pruebas, su historia sigue viva en las conversaciones de los vecinos más viejos.
En las noches oscuras del paraje de Catalina, los más osados afirman haber visto un jinete montado sobre un caballo negro, galopando en silencio y sin rostro visible. Esta figura, según cuentan, es el alma de un general que murió en traición y aún recorre los caminos buscando justicia. El mito se cuenta para advertir a los jóvenes sobre los peligros de andar solos por la zona rural de noche.
Aunque muchos desestiman estas historias como simples cuentos, lo cierto es que forman parte del imaginario banilejo. Son relatos que dan identidad, que entretienen, que enseñan. Y más allá de si son ciertos o no, lo importante es que siguen vivos, recordándonos que Baní no solo se cuenta con hechos, sino también con misterios.